Hitler y Stalin: vidas paralelas by Alan Bullock

Hitler y Stalin: vidas paralelas by Alan Bullock

autor:Alan Bullock [Bullock, Alan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1991-01-01T05:00:00+00:00


VIII

Dedicarse a especular sobre la cifra total de las personas que sufrieron aquel destino, más o menos uno o dos millones de seres —una cuestión cuantitativa— oscurece el hecho cualitativo de que para cada uno de ellos, independientemente de cuántos puedan haber sido en realidad, lo que les sucedió en cada caso particular representó una experiencia individual única. Fue la comprensión de este fenómeno lo que llevó a Soljenitsin, tras haber pasado él mismo once años en un campo de trabajo, a escribir la histórica narración de Un día de la vida de Iván Denisóvich y luego, corriendo un inmenso riesgo, a dedicarse a la labor de recopilar en secreto las experiencias individuales de varios centenares de antiguos prisioneros. Este trabajo le sirvió de base para crear —sin ningún acceso a los documentos oficiales— su gran obra consagrada a las víctimas del terror estalinista, Archipiélago Gulag. El «archipiélago» consistía en las «islas» habitadas por millones de zeks;[631] algunas de ellas eran tan extensas como un gran país europeo; otras, tan pequeñas como la celda para los detenidos en una estación ferroviaria. El archipiélago se encontraba desparramado geográficamente, pero se fusionaba psicológicamente dentro de un continente casi invisible que estaba enclavado en otro continente, el de la Unión Soviética.

A comienzos del capítulo primero, Soljenitsin escribe:

«El universo tiene tantos centros diferentes como seres humanos viven en él. Cada uno de nosotros es un centro del universo, y el universo se hace pedazos cuando nos susurran al oído: “Queda arrestado”...

Hemos ido avanzando afortunadamente, o quizá no hayamos hecho más que empujar desafortunadamente nuestro triste camino, a lo largo de las tortuosas callejuelas de nuestras vidas, pasando junto a todo tipo de muros y vallas hechos de madera carcomida, tierra apisonada, ladrillos, hormigón y cercas de hierro. Nunca nos hemos parado a pensar en lo que había detrás de todo ello (...) Pero es ahí donde comienza el país de Gulag, justamente a nuestro lado, tan sólo a dos metros de distancia. Por añadidura, no hemos advertido en esas vallas un gran número de puertas y verjas empotradas, cerradas y perfectamente disimuladas. Todas esas puertas giran y se abren rápidamente, y cuatro manos nos agarran por las piernas, los brazos y el cuello (...) y nos arrastran como si fuésemos un saco, y la puerta que queda a nuestras espaldas se cierra de un golpe, de una vez para siempre. ¡Y eso es todo! ¡Queda arrestado! Y uno no encuentra mejor respuesta que preguntar, en el tono quejumbroso de un manso cordero: «¿Yo? ¿Por qué?»

La detención es eso: un fogonazo cegador y un golpe que catapulta el presente al pasado y que convierte lo imposible en una actualidad omnipotente».[632]



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